(Mayo, 2011)
Una tenue luz apenas perturba la
penumbra. Junto al cortinaje de fondo hay un objeto iluminado que la miopía impide
descifrar. Pronto, la oscuridad devora al medio centenar de personas que
asistimos esta noche a disfrutar del teatro en la Casa Arawa. Un reflector
amarillo nos devuelve algo de visión para observar una cabellera de fuego flamear
en el escenario. Itzel Cuevas es la única sobre el tablado. Tiene la mirada
perdida como la de un náufrago explorando el horizonte en busca de tierra
nueva. Somos la isla desconocida que conquistará esta noche.
El texto de Saramago en el que se inspira la obra fue
readecuado por los miembros de la agrupación Plan B para lograr una pieza
teatral de calidad. El cuento la isla
desconocida se entrevera con textos de Eduardo Galeano, Martín Vaamonde y
de la propia Cuevas, dando origen a un guión que nos lleva a reflexionar acerca
de esos momentos en los que –como se dice
en la obra- se cruza el umbral de las decisiones para no volver jamás; cuando
zarpamos a la conquista de lo desconocido, que, inclusive, puede ser el amor.
En escena, una mujer, llamada Rosa, ha
leído un cuento y a partir de él desarrolla un soliloquio donde representa tres personajes a la par: un rey caprichoso y abúlico, un hombre aventurero
que ansía descubrir una isla desconocida y la mujer de la limpieza, que nos
conducen por un viaje cargado de expresión corporal, simbolismos y metáforas
gestuales. A Cuevas no le es problemático desdoblarse las veces necesarias para
interpretar a cada personaje. Su facilidad para cambiar los tonos de voz y los
gestos es digna de aplausos.
“En la actualidad no existen islas desconocidas para
descubrir”, sostiene el rey; y el hombre
que pide el barco le responde que es imposible. Conocer a la mujer de la
limpieza nos confirma la teoría: Las islas desconocidas de la postmodernidad
somos los propios seres humanos que, de alguna manera, permanecemos por fuera
de mapas, siendo ilustres desconocidos.
Cuarenta y cinco minutos después, Rosa prende la
radio, enciende las luces y comienza a trapear el escenario. Aunque sigue
siendo la mujer de la limpieza, ya no es la misma que inició el relato. Las
puertas que quería, ya fueron abiertas. Se va Rosa y regresa Itzel. Ha vuelto
por los aplausos de la isla que esta noche conquistó.
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