martes, 17 de abril de 2018

Nos quitaron 3: Cronología del secuestro y asesinato de los periodistas de El Comercio

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Esta cronología fue hecha para el especial del programa Artículo 18, 
de Canal Unoy emitida el 15 de abril, en formato audiovisual. 
Redactada contra el tiempo, con el mayor respeto del mundo, 
con impotencia, con llanto contenido, pero pensando a cada rato 
en el grito de compañeros y familiares: "Por el Paúl, nadie se cansa. 
Por el Javier, nadie se cansa. Por Efraín, nadie se cansa".
Por ellos, por el periodismo libre y por la paz, nadie se cansa.

El periodista está donde está la noticia. Es el espíritu de nuestra profesión. Eso lo sabían de sobra Javier, Paúl y Efraín. Y al igual que todos quienes estamos en el oficio, en algún momento hemos tenido que viajar para obtenerla. Madrugas, te encuentras con tu equipo del medio en el que trabajas y partes… 
Efraín Segarra, conductor del equipo de Diario El Comercio, acostumbraba publicar fotos de cada cobertura a la que partía. Y esta vez no fue la excepción. “Buenas tardes rumbo a Esmeraldas, San Lorenzo. El trabajo nos llama. Un abrazo”, escribió en su Facebook el 25 de marzo, cerca de la una de la tarde.
Él y sus colegas, el periodista Javier Ortega y el fotoperiodista Paúl Rivas, partieron desde Quito y se dirigieron hasta el sector de Mataje, del cantón esmeraldeño de San Lorenzo, ubicado en la frontera con Colombia. Buscaban contar la realidad que vivían los habitantes de esta localidad fronteriza, que en este año ya había sido golpeada por ataques de grupos ilegales como la explosión de un coche bomba en el cuartel policial de San Lorenzo el pasado 27 de enero,  
El lunes 26 de marzo, a las 09h30 fue la última vez que tuvieron contacto con la redacción del diario. Habían sido revisados y registrados por militares de un retén, en un punto de control a 1,5 kilómetros del pueblo. La siguiente vez que se supo de ellos, ya estaban secuestrados.
Ese mismo día, a las 16:00, dos nuevas detonaciones de cargas explosivas afectaron a un tanquero militar que transportaba agua desde Mataje hacia San Lorenzo; y cerca de las 19:30, personal de Inteligencia se contactó con Diario El Comercio para informar sobre un posible secuestro.
Esa misma noche, se organizó un Comité de Crisis en las instalaciones del ECU- 911 de Quito con dos directivos del medio, familiares de las víctimas y altos funcionarios de Estado.
Ya el martes 27, el ministro del interior, César Navas, hizo público el secuestro del equipo periodístico.         
El 28 de marzo, medios colombianos como El Tiempo, Caracol y RCN anunciaron la supuesta liberación de los periodistas. Sin embargo, al día siguiente, el ministro Navas desmintió que aquello fuera cierto.
El hermetismo respecto al caso era tal que durante 7 días, la identidad de Javier, Paúl y Efraín fue exclusividad de familiares y colegas cercanos. Para el resto de ecuatorianos, los secuestrados no tenían nombre ni rostro. Eran solo una cifra con etiqueta genérica. La ausencia de información dio cabida a comentarios desatinados de personas que incluso llegaron a decir que el secuestro era mentira o que se trataba un hecho inventado.
Por eso, el 3 de abril, los familiares decidieron no callar más y exponer sus identidades. Entonces padres, hijos, hermanos, compañeros de oficio gritaron sus nombres: Javier, Paúl y Efraín; y así se lo hicieron saber al país desde la Plaza Grande en Quito, la Plaza de la Iglesia de San Francisco en Guayaquil y a través del hashtag #nosfaltan3 en redes sociales.
Fueron 18 días de incertidumbre los que se vivieron en total. Una pesadilla con varios sobresaltos.
El martes 3 de abril, el canal colombiano RCN publicó un video en el que los 3 secuestrados enviaban un mensaje al Gobierno ecuatoriano. Querían el intercambio de sus tres detenidos en Ecuador y la anulación del convenio que tienen Ecuador y Colombia para acabar con el terrorismo.
El Frente Oliver Sinisterra, un grupo disidente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, al mando de alias Guacho, se había adjudicado el secuestro.
Inmediatamente, la Secretaría de Comunicación de Ecuador rechazó la difusión del video por parte del medio colombiano y a través de un comunicado solicitó a los medios ecuatorianos "un uso responsable del material que no lesione a los familiares ni afecte de modo alguno al proceso de investigación".
Una semana después, el martes 10 de abril, los familiares de Javier, Paúl y Efraín se reunieron con el presidente Lenín Moreno en el palacio de Carondelet. En la cita estuvieron presentes la canciller María Fernanda Espinosa; el ministro de Defensa, Patricio Zambrano y el ministro del Interior, César Navas.

Lo irreversible
Pero el primer golpe bajo llegó la mañana del 11 de abril. Un supuesto comunicado del Frente Oliver Sinisterra se difundió en Internet sobre supuestas acciones militares ordenadas por ambos gobiernos. “El Gobierno del Ecuador y el Ministro de Colombia no quisieron salvarle la vida a los tres retenidos”, se leía en el texto que ni ninguno de los dos gobiernos reconoció como auténtico. Del mismo modo, ambos negaron operaciones ofensivas en la zona.
Ante la falta de respuestas claras o de avances en las negociaciones, familiares de los periodistas viajaron a Perú esa misma tarde, con la finalidad de que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, los recibiera durante la octava Cumbre de las Américas, en Lima.
Pero el siguiente balde de agua fría llegó el 12 de abril, cerca del mediodía. Noticias RCN informó que recibió fotografías de unos cuerpos que "corresponderían" a los tres periodistas ecuatorianos secuestrados en la frontera colombo-ecuatoriana; y que las estaba enviando a la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y a Fundamedios para que estas oenegés se las hicieran llegar a las autoridades de Colombia y Ecuador. 
En el transcurso de la tarde, más medios colombianos especulaban sobre la muerte del equipo; mientras que, la angustia devoraba a familiares y colegas. La no respuesta de las fuentes oficiales era cada vez más sospechosa. Un mal pálpito de lo peor. 
Al igual que las imágenes que, para el término de la tarde, ya circulaban en algunas redes sociales.
Un tuit del presidente Lenin Moreno, quien se encontraba también en Perú por la cumbre de las Américas, anticipó que definitivamente las cosas no estaban bien: “He decidido retornar inmediatamente al Ecuador por la situación crítica que vivimos en estos momentos. Regreso junto a familiares de Javier, Paúl y Efraín”.
Horas antes de que el presidente arribara al país (20h07), el ministro del interior, César Navas, ofreció una contradictoria rueda de prensa. Aseguraba que se “realizaba todas las acciones necesarias para la liberación y el retorno” de los compatriotas; mientras que el coronel Fausto Olivo, coordinador de criminalística de la Policía Nacional, a su derecha, decía en resumidas cuentas que, por la ropa y la fisonomía, sí eran Javier, Efraín y Paúl los de las fotos.
Aun así, las autoridades no se atrevían a confirmar o negar, lo que provocó la indignación de los periodistas que permanecían en la sala.
A las 22:46, el presidente Lenin Moreno habló desde el aeropuerto Mariscal Sucre, en Tababela. Habló de indignación, de dolor, de ira. "No va más", enfatizó y acto seguido dio un ultimátum de 12 horas para que los secuestradores dieran una prueba de vida. Caso contrario, arremeterían con todo.  
A pesar de la amenaza, Moreno tampoco confirmaba o negaba.
Aún así, su rostro lo decía todo. La esperanza era mínima. Menos que mínima… En verdad, todos esperábamos un milagro.
Transcurrieron las horas, un poco más de las 12 anunciadas, y en el ínterin se anunció el arribo a suelo ecuatoriano del alto mando policial y militar de Colombia. El Gral. Alberto José Mejía, Comandante General del Ejército; Luis Villegas, Ministro de Defensa y el Gral. Jorge Nieto, Director General de Policía.
El movimiento era intenso en los exteriores de la sala de crisis del Ecu-911 de Quito pero la incertidumbre seguía carcomiendo.
Finalmente, a las 12:40 llegó la respuesta. Esa que temimos. Esa que nadie nunca quisiera oír sobre un ser querido. No hubo prueba de vida. Estaban muertos.
Cuando eres periodista y sales de viaje por una cobertura, a menudo existen familiares que se preocupan. A veces, uno piensa que demasiado, y casi siempre respondes que todo estará bien. Seguramente Javier, Paúl y Efraín también respondieron así cuando salieron de Quito. Una promesa que no pudieron cumplir.


lunes, 16 de abril de 2018

¡Supieron que estaba muerta 8 meses después!

Josselyn fue asesinada en Playas.
Foto: Cortesía
Lucero Llanos, Guayaquil-Villamil (Playas)
La tempestad que lleva dentro se desborda y se escurre por sus mejillas morenas. Aunque su nieto corre a abrazarla, Fabiola naufraga en el dolor, la nostalgia y la impotencia.
Josselyn, una de sus seis hijos, fue asesinada hace diez meses, en una casa vacacional de General Villamil, Playas. No lo supo hasta el pasado 13 de febrero, cuando le entregaron su cadáver irreconocible, de no ser por el tatuaje tribal que llevaba en su espalda baja.
Fabiola quedó a cargo de sus nietos.
Foto: Christian Vinueza
“Abue, no llores”, le susurra el pequeño de seis años, mientras la mujer intenta serenarse en su casa, ubicada en la cooperativa Sergio Toral, al noroeste de Guayaquil.
Unos minutos después, una niña de cuatro años completa el cuadro que evidencia el vacío que ha dejado Josselyn.
“Estas dos criaturas me dan aliento para luchar hasta las últimas consecuencias”, asegura Fabiola, quien junto a su esposo, Gerardo, espera que la justicia  sancione a la persona que le arrebató a su hija, la madrugada del 5 de junio de 2015.
Entre sollozos recuerda que por aquellos días vio la noticia en televisión: ¡Mujer asesinada en Playas! Nunca pensó que la víctima podía ser su Josselyn.
La policía había encontrado un cuerpo desnudo, aporreado y ensangrentado dentro de un inmueble ubicado en la calle Pedro Menéndez Gilbert y 12 de Octubre.
La edad que anunciaban los reporteros no coincidía con los 22 años de la joven, que visitó por última vez la humilde casa de madera y caña de sus progenitores para el Día de la Madre.
Tampoco hubo señas particulares: imágenes, descripciones, nombres... Nada para sospechar que se trataba de ella.
Gerardo le pide calma a su esposa, como si se tratara de un marino suplicando que acabe la tormenta. Y ella aplaca el llanto por momentos para contar sus desventuras.

“Mami, soy una p...”
Josselyn, una morena recia, de pelo negro y cejas delgadas, tenía el espíritu rebelde. A los 15 se escapó con un novio y se fue a vivir a Azogues.
“La primera vez, antes de tener al niño, se perdió más de seis meses”, añade Gerardo.
Al principio creían que trabajaba en una agencia, como empleada puertas adentro, hasta que en una fiesta de un familiar cercano, las copas estimularon su sinceridad. “Mami, soy una p... de la calle”, reveló.
Aquellas palabras aún lastiman a Fabiola como si fueran vidrios bajo sus pies.
Aunque a ella y a Gerardo les incomodaba que su estilo de vida no fuera acorde a los valores que le habían inculcado, se acostumbraron a que se perdiera por algunos meses para ejercer “el trabajo más antiguo, el de María Magdalena”.
A los 16 se convirtió en madre y tras encargarles a su primogénito, regresó a trabajar en ‘chongos’ del austro y el Oriente.
Dos años después llegó su segunda bebé, de quien también se hicieron cargo.
“Su primer novio se convirtió en su chulo. Entonces ella ya no trabajaba para sus hijos, sino para él”, lamenta su padre. Dicha relación terminó en 2014.

Hermanas y rivales
Pero la vida de Josselyn se complicaría aún más. La última vez que visitó a sus progenitores inició una relación clandestina con su cuñado. Ahora, él está detenido como principal sospechoso de su muerte.
Fue una relación corta e intensa, que comenzó, según Gerardo, “una semana después del Día de las Madre”.
Cuando su hermana Carolina descubrió el amorío estalló una discusión familiar.
Fabiola se estremece al recordar la escena. El llanto incontrolable de su otra hija. Los gritos. La tensión. El escándalo. El silencio de Josselyn.
Comenta que hasta llegaron agentes de la policía, pero que prefirieron no intervenir, ya que consideraron que se trataba de un problema hogareño.
Las lágrimas vuelven a anegar los ojos de la madre. Dice que después se enteró de que Carolina los había visto por las rendijas de una casa de caña cuando hacían el amor.
Gerardo añade que luego de la discusión le cerraron las puertas a Josselyn. “Por no apoyarla no le di la ropa. Le dijimos que debía tener un poquito de dignidad”, recuerda el progenitor.
Pero ella y el marido de su hermana huyeron juntos. “No sé cómo consiguieron dinero, pero se fueron hasta una población cercana a Quevedo. Y de ahí no sé cómo hicieron y llegaron a Playas”, agrega Gerardo.
Semanas después de que fugaran, el hombre llamó a Carolina, le pidió que le perdonara la infidelidad y retornó a su lado.
Buscando al culpable
En la escena del crimen encontraron una gorra, una matrícula de moto y la cédula de la occisa.
Richard Acosta, quien está a cargo del caso en la Fiscalía Segunda del cantón Playas, indica que luego de que la policía receptara el testimonio del guardián de la casa vacacional, buscaron al acompañante y supuesto autor de la muerte violenta a través de la matrícula del vehículo.
Así llegaron hasta un primer sospechoso, Pedro A., quien fue detenido en diciembre del año pasado, en Quevedo. Pero seguían sin encontrar a su familia para notificarle su fallecimiento.
Las investigaciones arrojaron que otra persona compró la motocicleta. Esta pista los llevó hasta Jorge G., el cuñado de Josselyn. Se lo vinculó al caso y se le dictó prisión preventiva, en febrero pasado, mientras que Pedro A. recuperó la libertad en marzo.
El día en que la policía detuvo a Jorge G. en un centro comercial del noroeste de Guayaquil, la familia recién supo que había sido asesinada.
“Me enteré solo porque lo cogieron preso”, lamenta Fabiola, quien está convencida de que la pareja de su otra hija es el culpable de la muerte.
Iracunda, susurra: “Nos vio la cara tantos meses”, y sus ojos  se vuelven a hacer mar.
El cadáver permaneció por ocho meses en la morgue de Guayaquil, a la espera de que alguien lo reclamara e incluso -mencionan ambos padres- estuvo a punto de terminar en una fosa común por el tiempo que pasó abandonado.
Decir que tienen sed de justicia sería una frase hecha. Los padres de Josselyn confían en Dios y en el trabajo que hasta el momento ha hecho la Fiscalía de Playas. Solo quieren que se castigue al hombre que les arrebató a su hija. Aquel que hizo que su nieto dibuje a su mamá con el trazo más débil porque “se ha ido para siempre”.

*publicado el 9 de mayo de 2016 en Diario Extra.